domingo, 3 de enero de 2010

1966: Perder el alma y ganar el mundo

UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD

Título original: A man for all seasons
Año: 1966
País: Gran Bretaña
Duración: 115 min.
Director: Fred Zinnemann
Guión: Robert Bolt, según su propia obra de teatro
Música: George Delerue
Montaje: Ralph Kemplen
Fotografía: Ted Moore
Productor/es: Fred Zinnemann
Compañía: Columbia Pictures
Intérpretes: Paul Scofield, Orson Welles, Vanessa Redgrave, Robert Shaw, Wendy Hiller, Leo McKern, Susannah York et al.

Ganadora de 6 Oscar: película, director, guión adaptado, actor, fotografía, diseño de vestuario

El rey Enrique VIII está casado con su cuñada Catalina de Aragón debido a la muerte del hermano del rey. No obstante, la imposibilidad de tener hijos hace que Enrique VIII desee divorciarse de Catalina y casarse con su amante, Ana Bolena, aunque para hacerlo deberá pedir permiso al Papa de Roma, el cual seguramente se lo deniegue. Por eso, cuando el humanista Tomás Moro, miembro del consejo del rey, es nombrado canciller, el rey Enrique intentará convencerle para que apruebe su divorcio. Pero la profunda religiosidad de Moro hace que se niegue a aceptarlo, creando entre los dos una cruel enemistad. Así, cuando el monarca crea la Iglesia Anglicana, autoproclamándose como su máxima autoridad, consigue casarse con su amada Ana. Sin embargo, Tomás Moro sigue sin aprobar esta decisión y sin considerar a Enrique VIII como máxima autoridad eclesiástica, con lo que el monarca inicia una persecución contra él por alta traición a la corona, a pesar de la inmensa lealtad que el humanista siempre ha profesado al rey.

La mejor película de 1937 fue "La vida de Emilio Zola", un filme sobre el autoritarismo de un gobierno militar, que nunca se estrenó en España. En ella había un literato que luchaba contra la justicia por una acusación de alta traición. Casualmente, 29 años después, el Oscar a la mejor película también la ganó un filme con similares características, pero realizado en otro país y en color. Fue "Un hombre para la eternidad", el escritor era Tomás Moro y la justicia a la que se enfrentaba era el propio rey Enrique VIII. Sin embargo, mientras que la primera fue un filme mucho más de juicios que esta última, en ambas se ve la lucha de un hombre ante la autoridad.

"Un hombre para la eternidad" (no confundir con "De aquí a la eternidad", filme dirigido también por Zinnemann) es una obra de teatro, y como suele ser normal en estos casos, todo el peso de la película está sustentado en el guión y las interpretaciones, en especial en estas últimas. Desde el actor principal, un enorme Paul Scofield, hasta los secundarios más secundarios que sólo aparecen unos segundos, todos están de maravilla. Incluso las dos apariciones estelares de Robert Shaw haciendo de Enrique VIII y de un gran (en todos los sentidos) Orson Welles, haciendo de cardenal, apariciones ambas que duran unos minutos, son impresionantes.

El guión, como decía, es genial. Destaca sobre todo cómo están escritas todas las partes en las que interrogan a Tomás Moro, y cómo deja noqueados a sus enemigos con tan sólo las palabras, amparándose en la justicia. Y es que, a diferencia de "La vida de Emilio Zola", en la que media película era ante un tribunal, aquí el juicio sólo dura los últimos 10 minutos. El resto no es más que la descripción de los personajes, sus motivaciones y, en particular, las motivaciones de Moro, cómo piensa, cómo se comporta, y los continuos interrogatorios que va sufriendo para intentar que declare infidelidad al rey.

Y no hay mucho más que decir. Un auténtico peliculón con grandísimos intérpretes, tanto en papeles principales como secundarios, en el caso de Orson Welles, Robert Shaw, Susana York o un jovencísimo John Hurt. Un guión muy sólido que habla de un tema tan universal como la lucha por la justicia o el poder de la razón. Un filme tremendamente intenso.

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